SE HACEN LLAVES PARA EL CORAZÓN
LA LLAVE DEL CORAZÓN
Beatriz estaba muy preocupada. Su padre había perdido el trabajo, su abuela estaba enferma y, a causa de eso, su madre estaba más seria que de costumbre.
Una mañana, cuando la niña paseaba a Luna, su perrita, vio un anuncio pegado en una farola.
SE HACEN LLAVES PARA EL CORAZÓN
—¡Qué extraño! —pensó Beatriz—. Las llaves sirven para abrir o cerrar puertas, pero el corazón no tiene puerta.
Regresó a su casa muy pensativa y, durante la comida, comentó el asunto con sus padres y su abuela.
¿Seguro que has leído bien? —preguntó el padre riéndose un poco burlón—. A lo mejor es alguien que busca dinero fácil. Y como siempre hay quien se deja estafar...
Su madre opinó diferente. —Pues no sería mala idea tener una llave que abriera o cerrara el corazón —dijo con voz suave. —¿Por qué dices eso, mamá? —preguntó Beatriz intrigada. —Porque a veces es mejor no expresar lo que se siente y, otras, simplemente tienes que decirlo.
La abuela, que había escuchado todo sin decir nada, suspiró. —¡Qué importante es conocer nuestro corazón! Siempre nos da información muy valiosa y, si le hiciéramos más caso, nos evitaríamos muchos problemas.
La conversación no pasó de ahí, y los cuatro continuaron comiendo y hablando de otras cosas.
Pero a Beatriz se le quedó grabada la frase de su abuela. A media tarde se acercó a su habitación y, viendo que estaba despierta, entró y se sentó al lado de su cama. —Abuela, ¿me puedes explicar lo que dijiste a la hora de comer? No entendí muy bien eso de escuchar al corazón. ¿Acaso habla?
Su abuela sonrió y, poniendo su mano sobre la de su nieta, dijo: —Estamos tan acostumbrados a hablar que a veces se nos olvida escuchar. Para escuchar a tu corazón, primero debes quedarte en silencio, sin pensar en nada. —Pero, abuela, yo nunca había escuchado eso de que el corazón habla. —Es que no lo hace con palabras, como nosotros. El corazón habla a través de intuiciones —aclaró la abuela—. ¿No te ha pasado alguna vez que alguien te ha caído bien o mal desde el primer momento? —Sí, claro que sí. Varias veces —respondió Beatriz—. Cuando llegué al nuevo colegio, me senté al lado de una chica que me cayó bien solo de verla y ahora es una de mis mejores amigas. —¿Lo ves? ¿Y qué sabías tú de ella? Nada. Fue tu corazón el que te dijo: «Es buena persona, confía en ella».
Asintiendo pensativa con la cabeza, Beatriz recordó algo que les habían dicho en clase. —Entonces, abuela, ¿las emociones son el lenguaje del corazón? —Sí, pero también la intuición y los sentimientos. Lo importante, recuerda siempre, es poner atención para escuchar lo que nos está diciendo.
Sonriendo, Beatriz le dio a su abuela un beso en la frente y se marchó a su habitación pensando que todavía no entendía por qué tenía que haber una llave que lo abriera y lo cerrara.
Sin embargo, decidió seguir los consejos de su abuela y empezó a ponerle más atención a su corazón. —Tengo la corazonada de que pronto vas a encontrar un nuevo trabajo —le dijo un día a su padre. —Si tu corazón lo dice, seguro que sucede, mi pequeña —respondió él abrazándola muy fuerte.
Poco a poco, Beatriz también fue entendiendo lo que había dicho su madre: que a veces es bueno expresar lo que uno siente y, otras, es mejor guardárselo. Por eso, cuando tuvieron que ingresar a su abuela al hospital, se despidió diciéndole: —No te preocupes, abuela, todo va a salir bien y pronto volverás a casa.
Aunque Beatriz estaba preocupada por ella, no era necesario decírselo. Si su abuela sentía el cariño de toda la familia, seguro todo saldría mejor.
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